El Día de la Educación Financiera tal vez vaya evolucionando en el tiempo, hasta convertirse en el Día de la Educación Económica, dado que es más amplio y se ajusta a la realidad de la deficiencia educativa en la gran mayoría de los ciudadanos.
El analfabetismo económico generalizado, es con poco margen para la duda, la gran amenaza del estado del bienestar en los países industrializados. La parte financiera de la economía es la que se ha hecho más famosa, tras el mandato de la OCDE para que se mejore la educación financiera de los ciudadanos. Ese mandato fue consecuencia directa de la dramática crisis financiera que estalló en 2008 y que llevó a la quiebra a muchas familias, empresas, y a varios países. Pero ¿qué hay de la macroeconomía y de la microeconomía, como partes importantes de la ciencia llamada economía?
Tras 11 años de aquellos sucesos, podemos afirmar con rotundidad, que a la educación financiera le queda mucho camino por recorrer pero, no va a surtir el efecto esperado, si no se entienden los conceptos básicos de la ciencia económica, que analiza como los seres humanos pueden gestionar recursos escasos para cubrir necesidades, en ocasiones, ilimitadas.
Ahora que tan concienciada está la sociedad de la necesidad de cuidar el planeta, una de las vías más eficaces está en el consumo responsable y la producción razonable, que nos aleje del consumismo enfermizo, así como de la generación de riqueza mal entendida, sin importar los medios ni las consecuencias.
¿Cómo puede nuestra sociedad tomar decisiones correctas en esos campos, si para empezar el concepto consumo responsable es subjetivo, o el concepto de producción es desconocido para muchos?
Las nuevas tecnologías están provocando en muchos jóvenes una carrera por hacerse ricos y famosos cuanto antes, creyendo que, al conseguirlo, entran en el club de las personas exitosas, sin analizar el precio y las consecuencias de esa carrera alocada. La realidad es bien distinta, algo que el paso del tiempo y los años van demostrando a todos los que han pensado de esa manera. Los atajos en economía y finanzas nunca han dado buenos frutos en el medio y largo plazo.
¿Cómo pueden nuestros jóvenes entender todo eso, sin valores como la honestidad, el esfuerzo continuado y la responsabilidad, están tan difusos en buena parte de nuestra sociedad?
Si nos fijamos en las edades más avanzadas, muchas personas están deseando dejar su etapa activa y pasar a la edad de jubilación superados por las incertidumbres, los años de trabajo intenso, y la dureza de las circunstancias actuales.
¿Cómo vamos a conseguir que muchos de ellos sigan en activo, con todo lo que tienen que aportar a la sociedad actual, cuando los impuestos les agobian, o el temor a no tener pensión en el futuro les atemoriza?
En las edades intermedias el temor a perder el puesto de trabajo, a no llegar a fin de mes, o a que quiebre la empresa o proyecto que han iniciado, son bastante generalizados.
¿Cómo van a superar esos temores si nadie les ha enseñado la trascendencia de hacer presupuestos, de tener una formación continua para adaptarse a los tiempos, o la importancia de ahorrar e invertir para tener una protección que cubra las necesidades básicas de la familia?
Todas esas situaciones reales y otras muchas, tienen su origen y respuesta en unas decisiones que se deben tomar apoyadas en conocimientos básicos de economía y finanzas, así como en los valores esenciales para la convivencia social, que no se aprenden en pocas horas, ni en días.
Por ello, desde las primeras etapas en la escuela se debería formar a los niños en asuntos de economía y valores, para que aprendan a tomar decisiones en sus asuntos cotidianos en función de su madurez e inquietud.
Si durante toda su etapa escolar lo hacen, de adultos les será más fácil poder tomar decisiones con implicaciones económicas que, de forma casi instintiva, puedan ser las más beneficiosas para ellos y nuestra sociedad.