El día 5 de octubre, se celebra el Día de la Educación Financiera en España, por eso les animo a que aprovechen esta efeméride, para reflexionar sobre el grado de conocimiento que cada uno de ustedes y las personas de su entorno que conocen, tienen sobre economía y finanzas. Y les insto a que lo hagan pensando si creen que conocen lo más básico, lo mínimo que conviene saber de esta ciencia llamada Economía.
Al pensar en ello, les invito de paso a que analicen si las decisiones que toman, y que tantas implicaciones económicas tienen en su vida y la de aquellos que dependen de ustedes y de los que son responsables, tanto a nivel personal como profesional, están fundamentadas en esos cimientos mínimos que se deberían conocer de esta ciencia.
Al hacer este análisis, resulta sorprendente encontrar personas que, siendo expertas en una o varias materias, apenas saben nada de asuntos económicos tan básicos como: elaborar un presupuesto personal o familiar; la importancia de emprender con ese espíritu que busca transformar para mejorar pensando en el bien común; o entender que el bienestar de un país depende, en gran medida, del trabajo productivo de sus ciudadanos y de la gestión eficiente de los recursos públicos.
Incluso podríamos decir, que hasta personas muy bien formadas en temas relacionados con la economía, tampoco son conscientes de la importancia que tiene el que se pongan en práctica correctamente esas premisas básicas de la ciencia económica. Tampoco de que se transmita esa formación a las generaciones venideras a las que daremos el testigo de la gestión del país para que sean el motor de la futura economía, y la deseada vuelta al bienestar.
Resulta paradójico pensar que la mayoría de nuestros antepasados, con una formación en muchos casos inferior a la nuestra, obligados por las carencias y la intuición, dominaba esos conocimientos y sabía mucho más de lo que hoy nosotros sabemos de racionamiento, ahorro, control de gastos, y trabajo infatigable para generar recursos para la familia.
La base de esa ciencia económica, que está totalmente al margen de la ideología que cada individuo tenga, es la economía de la supervivencia: la que ayuda a evitar las quiebras de las familias, las empresas o los Estados. La ciencia que recuerda que los recursos son escasos, y que exigen una gestión eficiente.
La crisis económica que ha provocado la pandemia del Covid-19, va a dejar en multitud de países un panorama más que desolador para las economías domésticas durante los próximos años. Por ese motivo, para ser capaces de reconstruir nuestro país, necesitamos buenos gestores tanto de lo privado como de lo público, y no solo en el presente, hoy, sino también a lo largo de las próximas décadas.
¿Cómo lograrlo? Sin tiempo y sin excusas. Poniendo en práctica las recetas mas básicas de la economía desde los hogares. Aquí el papel de los familiares cercanos y de los docentes es decisivo, sobre todo si queremos hacer partícipes a los miembros más jóvenes de la familia, como siempre se hizo en el pasado.
¿Recuerdan frases de antaño como “todos tienen que arrimar el hombro en casa”, “no nos lo podemos permitir”, “al buen administrador, cuanto más mejor”, o su inversa, “al mal administrador, cuanto menos mejor”? Quizá sea el momento de ponerlas en práctica, pero no porque sean frases hechas que recordar en momentos críticos, fruto de la necesidad o la intuición que sirvió de guía en el pasado, sino porque una sólida formación de la ciudadanía en economía, nos haga entender a todos que son los mínimos exigidos con los que poner remedio a una difícil situación.
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María Jesús Soto
Presidenta de la Fundación